If that railroad train was mine

Vuelvo a sentarme en un vagón (en una unidad diría un empleado del tren). Creo que algo en la evolución de este sistema de transporte ha conseguido que los viejos vagones sean mejor llamados unidades. Ni siquiera una armónica sonaría acorde a estas paredes plásticas.

¿Será que los trenes actuales atentan contra el blues, contra esa expresión tan férrea? Un tren atravesando una colina que deja la ciudad, se va perdiendo en los confines de la distancia mientras en el aire que nos rodea, en el más cercano, sólo nos consuelan las largas notas de una armónica melancólica.

¿Está eso en extinción? Paredes plásticas, asientos plásticos, puertas herméticas, las publicidades del Instituto de Capacitación Inmobiliaria. ¿Cómo podría correr uno tras el tren (la formación diría un empleado) y trepar por un portón abierto del furgón de carga? ¿Cómo podría evocar melancolía la columna de humo que se va, o esperanza la que se acerca si nisiquiera hay humo con el triunfo de la electricidad?

Pero aún están los edificios de principio de siglo veinte. Y las vias, y los rieles y, principalmente, el espíritu del tren, surcador de distancias. Y, magia o no, en su atmósfera, y pese a su vestimenta de siglo veintiuno, sigue respirándose inspiración. Vayan de ejemplo estas notas de tren.

Al fin y al cabo la electricidad nos llegó a todos y todos nos vestimos de siglo veintiuno.



ABRIL 2009



FOTO: HERNÁN CAGNOLA

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